el_negro_jose blog

Ella...

 Las ocho con treinta. Se acomoda en el sofá que ha puesto frente a la ventana que da a la calle, la calle por donde pasa él cada mañana. Se ha puesto la lencería de encaje que nadie imagina que tiene, y las zapatillas altas que nunca usa, se suelta el cabello siempre, su cabello tan negro, tan suave y alborotado. Entreabre las cortinas y mira a lo lejos buscándolo. -En lo que pasa- piensa. Cierra los ojos y vuela sobre nubes de lujuria, ladea su cabeza como descansándola en el hombro, separa sus piernas y se roza los senos apenas, usa sus dedos como piernas que caminan en ella misma, le andan en el vientre marcado, recoge las piernas y se respira a si misma, le gusta su olor de mujer, juguetea la ropa interior con un par de dedos, la hace a un lado, se descubre la flor, siente la calidez de sus ganas por tocarse mas sólo enreda sus dedos en el monte aún húmedo. Abre los ojos, mira el reloj, las ocho con cuarenta y aún no pasa, -Ya viene tarde-. Vuelve a su ensueño, cierra los ojos, se acaricia con mas ansias, posa sus manos sobre los senos como midiéndolas -¿será que le gusten grandotas?- se pregunta. Se las roza apenas, se endurece los pezones deseando que sea él quien beba de ellos, que descanse en su carne, que coma de sus pechos. Abre las piernas y se demarca el sexo, como dibujándoselo, como remarcando su contorno, se sospecha húmeda y lo confirma, se moja un dedo y lo huele. Entonces aparece él caminando a prisa y ella se hunde dos dedos, lo mira venir, y aprieta todo su cuerpo, se frota aprisa, con desesperación, se besa el hombro, se lame aquí, se muerde allá, cruza la piernas, las abre, se pellizca, se abandona, gime quedito, en secreto, él pasa justo frente a su ventana diciendo cosas, hablando con alguien, y ella toca el cielo con su voz tan cerca queriendo que alguna vez sea él quien la huela, que la toque, que la posea, que la arrincone por ahí sin previo aviso y la haga suya porque se siente suya sin que él se entere. Se agita y se siente explotar, el corazón se le escapa del alma, y la miel del cuerpo. -estoy loca- se dice mientras recupera el aliento y la respiración se le controla. Se levanta lentamente, se siente tan bella ahora, se quita las zapatillas, esconde el negligee, se hace media cola en el cabello, se pone los lentes y una bata de florecitas campestres que le trajo una comadre de Mitla. Las nueve con cinco - no tarde en volver- lo sabe. Se huele la mano, aún empapada de si, de sus ganas. Sale con una escoba a la banqueta dispuesta a barrer el montón de hojas que caen del almendro. -Buenos días- le dice él, ella se acomoda los lentes, lo mira, le sonríe, le da la mano, la mano aún pegajosa, y le embarra la miel de sus deseos, - buenos días, señor, le dice, agacha su cabeza mirando donde barre y agrega -que le vaya bien.

Canonicemos a las putas

Santoral del sábado: Betty, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.

Das al placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos. No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, las asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados. Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.

Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma. Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.

En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.

Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y de los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo.             >>  Jaime Sabines  <<

Estamos locos.

... traía grabados los sonidos de la locura - cómo dijiste tú- en mi mente, repiqueteaban, danzaban,
iban y venían dentro de mí de polo a polo, por ratos en mi izquierda, a ratos en mi derecha. Silencio.
  Calor sofocante. Ardor en la cara. Y tú aquí, herrada tu voz en mí, tatuados tus sonidos en mí. Tú.
  Tres pasos. La puerta. El calor asfixiante interno, el tiritar de mis manos, la ansiedad de mis dedos.
  Y tú aquí. Cantando y resoplando, dejándote llevar, dejándote ser. El botón. El pantalón. El piso.
  >> Estamos locos <<. Silencio. Mi mano. Mi sexo. Tú. Tu imagen, tus gemidos. Tu prescencia aquí.
  Mi deseo; el que provocas. La humedad que se nos muestra, que nos brota al descubrirnos, lo siento, lo sientes?  Me toco, me aprieto, me muevo, te pienso, te siento, te escucho, te tengo; a tí. Agitado. Loco.
  >> Estamos locos<<. Tú y yo, hoy. Desnudo. Dispuesto, expuesto. Tenso, deseo, pasión, fuerza. Éxtasis. 
  Fin... Y sí; estamos locos.

Ayer...

...la ví.

Ayer la vi… con el cabello suelto, un par de arracadas medianas;  llevaba un vestido de flores ajustado  desde el pecho hasta la cintura, escotado en la espalda con apenas dos tiras cruzadas, y de vuelo bajo la cintura, de esos vestidos que hacen a las mujeres aún mas femeninas, distinta se veía a cuando se pone esos pantalones ajustados en la cadera, y holgados en las piernas tipo sastre, de casimires a rayas, y esas blusas de tres botones, y el saco sin hombreras, siempre sin hombreras. Yo… como otras veces, sólo… atine a mirarla, a seguirla un par de calles, a contarle los pasos, ayer… ayer me di cuenta que sólo mira para un lado al cruzar las avenidas, que camina a menos de un metro de la pared siempre, que el paso con el pie izquierdo es tímido, y con el pie derecho es largo, y fuerte, que su cabello es negro, realmente hermoso y brillante, que es largo, tan largo que casi podría tocar su cintura, que lo acomoda por encima de su hombro izquierdo cuando duda en contestar un saludo, o un abordaje de algún conquistador, y por encima del hombro derecho cuando coquetea  tímidamente. Se detuvo en una heladería; sé que le gusta el napolitano, es el que siempre compra, en vaso pequeño y dos cucharas, al salir miro hacia ambos lados, casi podría jurar que me miró… ¡si! ... por un momento me miró, estoy seguro… estoy seguro… torpemente me escondí tras la caseta telefónica, aunque podría sentir sus ojos negros aún en mis ojos, (¿Se habrá quedado mirándome por largo tiempo?). No atine a mirar mas, caminé para el lado opuesto; contrariado,- … mi miró, estoy seguro… -, di vuelta a la izquierda, un manzana mas, y vuelta a la izquierda, me fui de frente dos manzanas, ahí iba, miró la hora en su teléfono y menguó la velocidad de sus pasos, seguramente iba con tiempo sobrado. El aire se colaba bajo del vestido; y lo ondeaba a la par de sus pasos, y el movimiento de su cadera cubierta por esa tela que perfectamente caía sobre su piel marcándole sugerentemente la silueta, su cuerpo que en ese andar se sabia deseada, se sabía vista, imaginada sin ropas… La seguí una manzana más hasta que llegó al mismo lugar de la semana pasada, y la antepasada, y las demás…  -Seguramente en dos horas se irá, como siempre- pensé-; esperaré- me dije. Como todos los martes regresaría tarde de mi hora del almuerzo. Poco menos, poco más de dos horas; salió. El andar de mujer deseada cambió… cambió… como me gusta verla salir de ese hotel, con ese caminar de mujer satisfecha, de hembra poseída, de hembra orgullosa de lo que tiene, de lo que es capaz de provocar… sus pasos firmes, su cabello alborotado, torpemente arreglado, y sonriendo sola en la calle como loquita, pero… ya saben – El que sólo se ríe…- siempre ha valido la pena el retraso, el regaño con tal de verla salir de ahí.

No dejé de pensarla en toda la tarde, y entrada la noche al llegar a casa la erección ya me estaba causando dolor, me había brotado más de una vez esa gota, esa miel, debo confesar que la probé.

-Ya vine, amor. ¿Qué hiciste hoy?

-Salí a comer con unas amigas, mira, te compré helado napolitano, pero no aguante a que llegaras y me lo comí, no te enfades, ¿si? Mira que hoy muero de ganas de ti...

Me pasa...

...que... a ratos no dejo de pensar en ti, que los recuerdos van y vienen en mi cabeza, como jugar a los escondidos, sobre todo en las madrugadas entre la hora en que los perros ladran y en la que los gallos cantan, te metes a mi cama, bajo mis sábanas, me despiertas, me susurras tus deseos, y me levanto semidormido, semierecto, a tientas la puerta, descalzo por la sala, y llego a nuestro cuarto, ahi donde nos tuvimos, ahi donde fuimos lo que fuimos, y me toco, de entre mis sueños vienes a recordarme que mi lado animal es a tu lado animal lo que las piezas a un rompecabezas... Él duerme, y ella duerme...y tú y yo... aquí... jugando a los escondidos con el canto de los grillos, y el silencio de la noche... -¿Te ha preguntado alguna vez por qué te bañas en la madrugada? -No, y a ti?, -Tampoco. Tengo el tatuaje en mis ojos de tu rostro transformado, de la almohada entre tus dientes, de las gotas de sudor si era abril, de cuerpo sobre el mio con tus manos por encima de mis hombros, y tus pechos aprisionado a mi pecho, de tus gemidos en mi oido... Es tarde, debo regresar a mi cuarto.

-¿En dónde estabas?

-Fuí al baño, amor, pero ya vine. Oye... ¿Te bañaste?

Confesiones 3ra parte (La mía)
Yo pregunté sin conocer que deseaba en realidad. En cada tanto de su confesión el dolor en el corazón se hacía insoportable, y la firmeza en mi sexo por igual. Quise tomarla justo ahí, bajo ese árbol de apompo, pero las imágenes que llegaron a mi cabeza no me dejaron esa noche, ni la siguente, ni la siguiente. El dolor en el pecho crecía, menguaba, crecía con cada palabra que retumbaba en mi cabeza, y mi sexo cada vez mas firme con ese dolor al no desahogarme. Y cada noche le hice las mismas preguntas, y fueron las mismas respuestas; cuanta excitación. Pensé en tomarla otra vez, pensé en recostarla boca abajo en la mesa donde cenamos, bajarle el pantalón, morderle las nalgas, lamerle el culo, separarle las piernas, enredar una de ellas a mis caderas así, tomarla como a una gata, como a una perra, jalarle el cabello, descubrirle los pechos, penetrarla de un tajo, sin miramientos, sin saliva, mas no lo hice. Y llegó esa madrugada en la que juntos me amarraron a la cama, me vendaron los ojos, y lo hicieron a mi lado, y yo sin poder moverme, sin poder mirar, tan sólo escuchando los gemidos, los chasquidos, esa mujer; no parecía mi mujer, pero era ella... y él. Todo fue tan irreal, mi erección tan descomunal, los sucesos tan poco explicables, tan escasos de cordura. La recuerdo a ella, comenzó a olerme, sentí la punta de su nariz recorrerme como tantas noches, como tantas horas en que sólo me olía sin tocarme, sin rozarme siquiera con un dedo. Y él, él... hizo lo mismo, su respiración era mas fuerte, sus manos mas toscas, sus caricias mas firmes, me tocaron juntos, me lamieron todo el cuerpo y justo frente a mi rostro los sentí compartir mi sudor en sus bocas con todo y saliva. Su lengua (la de ella) tibia, suave, dejaba un camino acuoso por mi pecho, y luego él, lo remarcaba, me besaron todo, y me lamieron, me tuvieron, me invadieron, me contagiaron, sus dedos en mi, sus bocas en mi, mas nunca me desataron, me montaron ambos, me hurgaron ambos, y me enloquecieron al grado de querer repetirlo. Mas ahora es imposible. Eso escribí yo... en mi declaración.
Confesiones 2da parte (La de él)
No hay palabras entre nosotros, te digo. No las hay porque no las necesitamos, están de mas. Sólo son nuestros cuerpos, del alma no llevamos ni un trozo, no pensamos en mañana, ni recordamos el ayer; sea antes o después de tenernos, sudamos tanto, y ese sudor se mezcla con nuestros jugos, y nos bebemos. Entérate que se resiste, ella; se resiste, pero yo le sigo, de un jalón le arranco las ropas y ella tiembla entonces como los reflejos del agua. La noche avanza, la hora del espanto llega estando ella enredada entre mis brazos y mis piernas, y yo, yo no soy quien soy, justo ahí me siento fuerte y poderoso, invencible sabiendo que un movimiento de mis manos la hará estremecer, y un susurro en su oido la volverá a mojar, yo sé, es complicado de entender, porque yo mismo no entiendo, te digo, yo no soy quien soy en esas horas, es mi lado animal, mi desconocido yo (tal vez no), y ella me fuma, me suspira y respira. Y su párvula escencia me convierte en cazador, alevoso, ventajoso, y sonrío, y sus ojos me rehuyen, y su cuerpo blando me atrae, y las marcas de la vida me hechizan, y yo; yo no soy quien soy cuando estoy con ella, sabes... Seré un lobo, o león, o tigre, salto hacia ella, y ella cae, dispuesta a dejarse deborar, y no opone resistencia ya, cierra sus ojos y te olvida (eso me ha dicho). Y me la como de a pocos, por momentos, hasta que ella abre los ojos tan grandes que parece se le fuesen a desorbitar, y gruñe, rasga las sábanas, aprieta los dientes, y le temo, sabes... Ahí es cuando vuelvo a ser quien soy. Ella entonces maldice, mienta madres, grita, bendice, parte, tira las almohadas, me vacía el vino, lo bebe como si estuviese muriendo de sed. Y ahora has venido tú, a investigar que le doy que tú no le das, ya te digo, yo no soy quien soy cuando estoy con ella, y sólo la dejo ser a ratos presa, a ratos cazadora. Eso me dijo él de ella.
Confesiones 1ra Parte (La de ella)

Son sus manos, o sus brazos; me queman, me encienden, y sus dedos... sus dedos me apagan, y sus ojos, sus ojos me hunden, y su cuerpo... mi cuerpo... es como mi agua, como mi aire, y me resisto, huyo, me escondo, y me encuentra, y no me deja salir, me persigue, se para en la puerta y me mira, y me derrite sin decirme palabra alguna, y entonces las piernas me tiemblan, y mi cuerpo se proyecta, y me resisto, y escapo otra vez y me rinde, y me oprime con su cuerpo a cualquier lugar, a veces a la pared, a veces a la mesa, y sudo; me fatigo, se me corta la respiración, y quiero huir, y no puedo, sabes... el corazón me late tan fuerte que sospecho que él lo escucha y por eso continua, me hace sentirlo; y lo siento, clava sus ojos en mis ojos, y te olvido, y no deja de mirarme para que yo no pueda recordarte, es un vaquetón, me eleva, me hace flotar sin tocarme siquiera, me electrifica, me sofoco sabiéndolo cerca, la cara me arde, las orejas también, mi boca se entreabre a la par de mis piernas y mi sexo... espectante, y quiero huir; lo juro!, pero me detiene, se posa detrás de mí y me respira en el cuello, y escucharlo tan cerca me inunda, mis vellos se erectan, los ojos se me cierran, y me duerme con su voz, y no se mas de mí, me hechiza, y al marcharme me deja marcas que ahora tu ves, y el sabor de su piel en mis labios, y el calor de su cuerpo en mis manos, y mi sexo hecho un andrajo porque me arrincona, me tira, me levanta, me acuesta, me carga, me echa, me parte, se adueña de mi, no se anuncia, no se justifica, sólo me toma como se le antoja, y me usa, me trata como a la peor de las putas, y eso me envicia, y me está volviendo loca, ahora lo sabes. Eso me dijo ella de él.

El callejón (parte 2)

-¡Viene alguien!

-No me importa.

Se puso en pie, se levantó la falda, me tomó la verga con la mano derecha y con la izquierda se sostuvo de mi hombro, se la colocó en la hendidura, estaba por dejarse caer cuando me moví, le dije - No, aún no. Será cuando yo lo diga. - Dámela- me pidió, - por favor, ¿si?. Me acomodé una vez mas a su disposición, se frotó el clítoris con mi glande, se mordió los labios, ahogó el gritito, se dispuso a ensartarse, pero me moví de nuevo,- le recordé- Será cuando yo lo diga, ¿entiendes?- entonces la tomé del cabello, la acerqué a mi, tenía la boca abierta, la mordí, esta vez no dejé escapar nada de su aliento, ni de su voz cuando le dejé ir mi verga hasta el fondo, ella tembló, mas no pudo gritar, la tenía presa, comenzó a menear la cadera, escurría tanto que había mojado hasta mis pantalones, y se restregaba de forma animal, con desesperación, en menos de un minuto tuvo el primer orgasmo, los sexos chancualeaban, ella continuó sin detenerse, cuando estaba por gritar me besaba, me mordía, me sangró el labio inferior, se sangró el suyo. Me levanté con ella encima de mi, pasé mis brazos por debajo de sus piernas, y la mecí con vehemencia, los sexos chocaban, y en cada choque los jugos escurrían. La bajé, la recosté boca bajo sobre los ladrillos, le separé las nalgas, le mamé el culo, y me dispuse a encajársela, -¡No!, por ahí no- me dijo temerosa, -por ahí no-, pero no la oí, acomodé mi cuerpo sobre ella, montado así ella alcanzó a arrastrarse, se jaló con sus manos- ¡No!- me repitió cuando estaba entrando en el orificio estrecho, estaba tan mojado a causa de los jugos compartidos que no necesitó saliva, se lo metí de un tajo, hasta el fondo, acomodé mis manos por delante de sus hombros para impedirle que se arrastrase mas, y me mordió, tan fuerte que aún conservo la cicatriz, no me soltó la carne, se le escurrieron unas lágrimas, y estaba por abandonar la acción cuando sentí que comenzó a levantar el culo, en cada movimiento levantaba mas el culo, y mi verga entraba mas, hasta golpear mis huevos en la mojada vulva, no me mordió mas, y sólo repetía - desgraciado, desgraciado, dame leche, dame leche,...

 

Ella sabía que en realidad no la amaba, así como yo sabía que siempre fue ella, nunca hubo tal amiga. Lo sabiamos, lo supimos desde antes del primer beso, y del último al despedirnos con la promesa de buscarnos algún día, en ese mismo callejón, hoy... pasé por ahí, ya no hay obras negras, ni oscuridad en las calles, ni piedras, ni soledad, y las estrellas no se miran tanto como aquella noche.

El callejón (parte 1)

-Pero... ¿la amas, verdad?

- Si, claro, desde la primera vez que platicamos me gustó, díselo. Y dile también que vaya con la falda aquella larga y roja con la que la conocí, la transparente, y que vaya sin ropa interior.

-Pero... ¡¿Como crees?!

-Díselo, ella irá así, así la quiero ahí... a las diez.

Apareció puntual, salió de entre los callejones estrechos de esa parte olvidada de la ciudad, sin pavimento, sin luz propia, con agua sólo de los cenotes, y esas construcciones en obra negra que mas que parecer a futuro se semejaban al pasado, llevaba la falda roja, larga, abajo de las rodillas, translúcida. Le conté los pasos; fueron 145. La miré dudar a mitad del camino, se tambaleó, amenoró el ritmo, perdió la cadencia de su andar natural, y seguramente las piernas le temblaron como la voz cuando me dijo - Hola-, que fue lo único que alcanzó a decir en ese momento, porque la tomé del talle, la acerqué a mi, le clavé la mirada, y junté mi boca a su boca con firmeza para después comenzar a besarla sumamente lento, muy sutil, con suavidad, dejando que la textura de mis labios rozara apenas la de los suyos, dejando escapar ápices de aliento, estaba paralizada y confusa, con el corazón acelerado, desconcertada, y... excitada, lo sé, lo sé porque al introducir al fin mi lengua en busca de la suya mi mano derecha urgó bajo la falda (que era la única prenda que llevaba puesta de la cintura hacia bajo), mis dedos encontraron un sexo expuesto, mojado, acuoso, un vellos sin recortarse, alocaditos, finitos; dejé de besarla y me arrodillé, mi rostro quedó a la altura de su boca sexual que despedía un aliento caliente, olía a deseo, a sexo prohibido. Le miré los vellitos a través de la tela y los muslos temblorosos, ¿Qué se siente tener a un hombre a tus pies?- le pregunté, mas no pudo articular palabra, estaba petrificada, con los jugos sexuales empapándole las piernas, escurriendo profusamente, enterré mis rostro ahí, mi boca guiada por ese olor, mi lengua buscando ese nectar, y ella tembló, se le escapó un gemido largo. Me levanté y colgó sus brazos alrededor de mi, me besó salvajemente, metió su lengua en mi, me mordió, me apretó, me asfixió, y su cadera la restregaba a mi con una fuerza extraordinaria, gemía, respiraba profundo para volver a gemir con fuerza, con furia, comenzó a juguetear con su mano mi sexo, lo apretaba de tal manera que la sangre de mi verga bombeaba tanto que me dolía el falo de tan duro que lo tenía. Me preguntó - ¿Te dijo mi amiga que me encanta mamar? -, -no- le respondí. Me empujó hacía un costado, hizo que me sentara en una columna de ladrillos mal compuestos, me desabotonó el pantalón, bajó el ziper y en instantes engullía la cabeza de mi verga, antes la recorrió en toda la circunferencia, la ensalivó desde los huevos, ahogaba los sonidos de su boca mientras la tenía llena, usó mi verga para golpearse las labios, a ratos con la boca abierta y otras con la boca cerrada, también se golpeteó las mejillas, los ojos, se dibujó la boca con las gotitas que ya escapaban de mi.

Azul

¿Te has enamorado alguna vez de la mas guapa y menos buena?

'Apenas rasgueaba la guitarra y ella subió, con unas botas de tacón alto; muy alto, pie izquierdo, pie derecho, y su andar tan acorde a los acordes de la melodía, sus pasos tan suaves, su cuerpo flotaba, la cadencia de sus caderas y su pelo rizado sólo amarrado en una cola y las notas de la canción fueron lo único en el mundo por 4:21 minutos. Caminó sin prisa, como no queriendo llegar nunca, y justo cuando lo hizo sonrió de esa manera en que sólo ellas pueden hacerlo, y al comenzar la canción; cantó - 'El camina despacito que las prisas no son buenas... - , ahora entiendo la pasividad de sus pasos, dio un recorrido con la mirada a todo el salón, buscaba, buscó mientras cantaba -... soldadito marinero conociste a una sirena, de esas que dicen 'te quiero' si ven la cartera llena... y asintió cuando terminó la estrofa, y señaló su pecho, su pecho escondido tras esa camisa a cuadros amarrada al frente, se restregó de espaldas al tubo, y se sentó sobre sus talones, fue hasta ese momento en que noté que llevaba putifalda, que bien le quedaba, compita, que bien le quedaba, bajo la falda unas piernas blancas, torneadas, hermosas, y como un rayo que partió mis pensamientos llegó la imagen de mi cuerpo apresado entre ellas.

-...de esas que dicen te quiero si ven la cartera llena, escogiste a la mas guapa y a la menos buena...-  y mientras cantaba con Fito a dúo esa estrofa recorrió su rostro de ángel con la mano derecha -... escogiste a la mas guapa...- e hizo una equis en su corazón cuando al fin dijo -... y a la menos buena...- se le dibujó en el rostro una sonrisa de diabla, una sonrisa de diabla en su cara de ángel, se dio vuelta, se sostuvo del tubo, y se inclinó, oh por Dios, que hermoso culo. 

<<Ella es Azul>> gritó el encargado de la música del lugar, y volvió a subir el volumen de la canción '...sin saber como ha venido te ha cogido la tormenta... y ella, compita, ella regalaba sonrisas al por mayor, ¿acaso no se daba cuenta que su sonrisa de diabla nos hechizaba? ¡Nos mandaría al infierno de los deseos imposibles! Al menos imposible para aquellos que no traíamos la cartera llena.

‘…el quería cruzar los mares y olvidar a su sirena, la verdad no fue difícil cuando conoció a Mariela que tenía los ojos verdes y un negocio entre las piernas…- se sentó sobre sus talones al cantar –… un negocio entre las piernas…- y con los dedos de ambas manos hizo un triángulo y lo puso sobre su sexo desnudo, embellecido con la finita línea de vellos recortados en forma de flecha que señalaban su boca, su verdadera boca, y la perla escondida entre esos labios que se separaron con el movimiento brusco.

-¿Quieres que sea tu sirena, o tu Mariela? Me preguntó.

Me supongo que a todos nos pasa, eso elegir a la mas guapa, y a la menos buena, por algo llevamos el corazón lleno de cicatrices.

Su
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